lunes, 29 de agosto de 2011

Una TV desvela que Franco ejecutó a dos inocentes

La madrugada del 17 de agosto de 1963, el régimen franquista recuperó el garrote vil en la prisión de Carabanchel para ejecutar a los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado, acusados de poner dos bombas en Madrid. La CNT negó que hubieran sido ellos. El desierto de agosto, el hecho de ser anarquistas y el revuelo internacional por las dramáticas muertes del comunista Julián Grimau (el 20 de abril de ese año) y el guerrillero Ramon Vila Capdevila, Caraquemada (11 de agosto), sepultaron el hecho. Casi 33 años después, los dos autores de las explosiones se autoinculpan por primera vez, ante las cámaras de la cadena cultural francoalemana ARTE, de la autoría de los atentados, convirtiendo así la condena de los dos anarquistas en un asesinato legal de la dictadura.
Un crimen legal es el título del reportaje de 52 minutos que ARTE emitirá el 4 de diciembre. Seis periodistas catalanes (Lala Gomà, Xavier Montanyà, Jordi Balló, Jordi Solé, Carles Serrat y Antoni Camín) y dos franceses (Patrice Barrat y Jean Louis Saporito) han invertido tres años para aportar luz a uno de los casos más escabrosos de la represión franquista.
"Todos los testimonios son inéditos y las entrevistas están vinculadas a los hechos. No hay ni un solo historiador", aclaran Gomà y Montanyà, realizadora y guionista de un espacio al que ARTE destinó 19 millones de pesetas. Y así aparecen los autores de los atentados (Antonio Martín y Sergio Hernández); el ponente del consejo de guerra, el militar Jesús Valenciano; un jefe del servicio de inteligencia de la policía y las voces de los dos verdugos. El acceso al dosier del consejo de guerra ("nos temblaron las manos al abrirlo", recuerda Gomà) completa la trama documental ("se ha llevado con discreción total, como una investigación policial"). Han rehuido intervenir Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, los policías que detuvieron a Granados y Delgado y el resto de miembros del tribunal.
"Fue una historia desgraciada desde el primer momento", resume un alto responsable de la CNT en aquellos tiempos, que prefiere guardar el anonimato. Todo empezó el 29 de julio, cuando una bomba estalló en la Dirección General de Seguridad (DGS) de Madrid --"símbolo de la tortura franquista", dice el ex responsable cenetista-- y otra en la Delegación Nacional de Sindicatos. "Falló el detonador del de la DGS. Explotó 20 minutos después de ser colocada y provocó heridos (20, dos de ellos graves), lo que no estaba previsto", rememora el dirigente anarquista. En apenas dos semanas, la policía franquista resolvió el caso.
A los dos días del atentado, Granados y Delgado fueron detenidos, interrogados brutalmente y, en juicio sumarísimo a puerta cerrada y con irregularidades legales, condenados a muerte. Ellos reconocieron su vínculo con el anarquismo, pero nadie pudo arrancarles la confesión de culpabilidad. Camino del garrote vil, en la cárcel de Carabanchel, ambos siguieron defendiendo su inocencia.
Todo, azar incluido, estaba en su contra. En el registro domiciliario les encontraron armas y explosivos. En realidad, eran para otro encargo: matar a Franco. "Delgado bajó de París para avisar a Granados de que se aplazaba el atentado contra Franco. Pero se cruzó por el camino la acción de otro grupo contra la DGS y el sindicato vertical. Los de los atentados pequeños iban más a su aire... Una nefasta coincidencia", rememora el dirigente anarquista.
Granados y Delgado sólo tenían en común la edad, 30 años, y el exilio. El primero salió de España con su mujer y sus hijos en busca de trabajo. "Estaba enfermo: tenía leucemia. Por eso insistía mucho en actuar; decía que iba a morir y que no le importaba", recuerdan en la CNT. Delgado era "más serio, introvertido", con más bagaje político: inició el exilio con sus padres, militantes cenetistas.
Demasiado deprisa
En el sindicato anarquista hoy se reconoce que aquello les pilló desprevenidos. "Todo iba demasiado deprisa. El franquismo buscaba un escarmiento ejemplar". Se les acusó de las explosiones, no de lo de Franco, porque no eran tiempos para dar ideas. No importaba: les esperaba igualmente el garrote vil.
Ante el rumbo de los acontecimientos, un sector de la CNT propuso a la cúpula del sindicato una convocatoria urgente en París de la prensa internacional para presentar a los verdaderos autores. No salió adelante: diferencias internas hicieron que el tema se cerrara con un simple comunicado. "La dirección creyó que la rueda de prensa no aseguraba que no les matasen. Y, encima, se destaparía a dos más".
En la madrugada del 17 de agosto, y escoltados por funcionarios voluntarios, Delgado cruzó sereno el patio de Carabanchel. Granados, en cambio, sufrió una crisis nerviosa y debió ser conducido, mientras exclamaba su inocencia.
En Europa había silencio. En pleno agosto, todos estaban de vacaciones. Tampoco el movimiento anarquista tenía la estructura y el peso político de los comunistas, que sacudieron el continente en favor de su Julián Grimau.
Desde el principio, surgió una pregunta inquietante. ¿Cómo detuvo tan rápidamente la policía franquista a los anarquistas? "Fue por la delación de un infiltrado, sin duda", afirman hoy en círculos del sindicato. Hay dos teorías: una se vincula al "entorno emigrante" del propio Granados. Otra habla de Jacinto Guerrero Lucas, El Peque (asesor de Rafael Vera en la etapa del Gobierno socialista). Antiguos camaradas le acusaban de ser ya entonces "agente doble". El lo desmiente. Quizá nunca se sepa. Es la única duda de María Granados, 33 años después de que, siendo una niña de 5, viera cómo su madre se enteraba por la prensa de la muerte de su esposo.
El documento de la confesión retrata las prácticas del franquismo
Para que el mundo sepa". Antonio Martín y Sergio Hernández, exiliados españoles en Francia y antiguos militantes de las Juventudes Libertarias, rompieron más de 30 años de silencio y olvido asumiendo ante las cámaras la autoría de los atentados. La confesión revela gran tensión. Para su primera declaración, Hernández ni siquiera aparece a cara descubierta y a Martín se le rompe la voz al recordar el drama que vivió al enterarse de que habían detenido a dos compañeros por lo que ellos habían hecho, y que "no sólo les acusaban, sino que tenían la voluntad de matarles".
El documental pone en evidencia una injusticia de la que muchos fueron complices involuntarios y deja todavía sin respuesta muchas preguntas frente a este terrible error judicial. Pero da de lleno en el blanco a la hora de retratar con detalle las prácticas y el espíritu del franquismo. Para ello, los autores no sólo han tenido acceso al sumario, sino que han logrado personajes claves: el general Eduardo Blanco, ex jefe de los servicios de información de la policía franquista, y Jesús Valenciano Almoyna, ex miembro del Tribunal Militar y actual general consejero del cuerpo de justicia militar.
Valenciano no se siente autorizado "para hacer una crítica concreta de la actuación de la policía" ni pretende justificar su propia actuación. El militar está dispuesto a someterse "gustoso a un tribunal de revisión", y aunque asegura "tener conciencia de haber firmado una sentencia justa", reconoce que "siempre cabe el fallo cuando se es humano". Blanco es más expeditivo: "Cabe que no hubieran sido ellos, pero tengo la seguridad de que el consejo de guerra los juzgó con toda conciencia pensando que eran culpables. Todo ligaba, la explosión y la captura de unos señores con esa mentalidad y que poseen explosivos. Eso para la policía era suficiente".
A través de los testimonios se plantea además la hipótesis de que la detención de Granados y Delgado no fue fortuita. Blanco confirma las sospechas de que hubo denuncia o traición. "No creo que fuera casual. El hecho de que los detuvieran piropeando a unas extranjeras, quiere decir que los seguían".
La versión anarquista corre a cargo de Octavio Alberola, uno de los dirigentes y organizador de la operación que implicó a Granados y Delgado y, posteriormente, a Jacinto Guerrero Lucas. Este personaje oscuro desmiente en sus declaraciones cualquier relación con Alberola, pero éste y otros testigos insisten en implicarlo. Un cruce de acusaciones, que los autores dejan en el aire sin solución, produce una extraña impresión al espectador.
Pero la sensación más horrible es la del testimonio inédito de los verdugos, que abre y cierra el reportaje. Se trata de una grabación de audio realizada por el escritor Daniel Sueiro en 1970 para un estudio que realizaba sobre verdugos. Los de Granados y Delgado quedaron muy impresionados: "Llegaron con los ojos vendados. Uno se sentó y no dijo nada, pero el otro, cuando abrieron la capilla, como la sala de ejecución estaba abierta, primero se encaró con el aparato y dijo: Aquí no me siento yo. Lo malo es que ya estaba allí (su compañero se ríe). Yo le dije, siéntate aquí, que procuraré no hacerte sufrir. Entonces dirigiéndose al cura dijo: Padre, por Dios, que yo no he sido, soy inocente... Quería decir que él no había puesto las bombas. Pero como los habían cogido con todo, las bombas, la dinamita..., pues allí no había escapatoria de ninguna clase.... ¡Claro que fueron ellos!"
La burocracia interna de TV-3 y TVE impidió la producción desde España
La historia de Granados y Delgado. Un crimen legal esconde un laberinto de despachos, directivos y trabas burocráticas por parte de Televisió de Catalunya (TVC) y TVE. "Nuestro interés empezó en 1993, cuando nos enteramos de que Francisco Granados y Joaquín Delgado eran inocentes, porque los verdaderos autores de este atentado vivían en París", explican Lala Gomà y Xavier Montanyà, autores de este reportaje.
Las pruebas definitivas de su inocencia --la confesión de Sergio Hernández y Antonio Martín, verdaderos autores de los atentados-- saldrán a la luz el 4 de diciembre en Francia y Alemania. Ese día, la cadena cultural ARTE estrenará este trabajo de periodismo de investigación en horario prime-time, a las 20.30. Su emisión en España es una incógnita, aunque ex directivos de TVE temen que la cadena estatal, en manos del PP, esconda este reportaje porque "implica directamente a Manuel Fraga".
Lala Gomà, realizadora de TVC, decidió en febrero de 1994 comunicar a la dirección de TV-3 la idea de hacer este programa. Jaume Ferrús, por entonces director de la televisión autonómica, dijo, de entrada, que sí, que TVC produciría este reportaje, pero que quería pruebas documentales. Así, Gomà y Xavier Montanyà se fueron a París, donde por fin, en un "trabajo de espionaje", lograron conectar con Hernández y Martín. "TV-3 nos dejó una cámara para poder grabar sus declaraciones, pero el viaje nos lo pagamos nosotros", recuerdan.
Directivos del área de informativos de TV-3 visionaron a mediados de 1994 las confesiones. "Dijeron que esto era un material fantástico para relatar una historia humana, pero que en esos momentos no disponían de medios ni de espacio en la parrilla de programación", manifiestan Montanyà y Gomà. La solución que finalmente propuso TV-3 fue que 30 minuts se encargara de la realización, bajo la supervisión de un equipo de reporteros de TV-3, y que, en consecuencia, el tiempo de duración sería media hora. "Nos deprimimos mucho, porque si no trabajábamos juntos y con independencia era imposible de hacer".
El siguiente paso fue en noviembre de ese mismo año llamar a la puerta de TVE. "La acogida fue muy diferente. Demostraron interés desde el primer momento". De entrada, Ramon Colom lo eligió entre una cincuentena de proyectos. Y otra vez surgieron trabas burocráticas, ya que por una cuestión de convenio, el realizador tenía que ser de plantilla de TVE, y además querían que el programa durase media hora y se pudiera emitir en sólo dos meses. "Conectamos con Jordi Balló y él, a través de la productora Ovídeo, consiguió lo que hasta entonces parecía imposible, que una cadena como ARTE nos diera todo tipo de facilidades, medios y dinero para poder llevar a término este trabajo".
La prensa de la época
France-Observateur fue una de las publicaciones extranjeras que denunció la injusticia del caso en portada el 22 de agosto de 1963, cinco días después de la ejecución de Delgado y Granados. La periodista Elena de la Souchere, ya fallecida, tituló ese día su artículo con la pregunta: ¿Por qué Franco ha hecho ejecutar a dos inocentes'. La versión de la prensa española, muy diferente, alababa "el espectacular éxito de la policía".
Un 'agente doble' entre el anarquismo y el franquismo
"Era bajito y barbilampiño, lo que le hacía más joven", recuerdan sus compañeros de la CNT. Por eso apodaban El Peque a Jacinto Angel Guerrero Lucas (Madrid, 1938), un oscuro personaje, hoy de nuevo de actualidad al vinculársele con la trama de los fondos reservados del Ministerio del Interior, en la etapa socialista, como asesor de Rafael Vera. Fue el suyo un triple salto en el vacío, que arrancó con el exilio de sus padres a Toulouse. Como ellos, pronto se convirtió en un luchador antifranquista, proceso cuyo cénit llegó en 1961, como responsable de la sección de la anarquista Información y Propaganda de Defensa Interior (DI), grupo encargado de las operaciones armadas contra Franco.
El DI abrió una investigación sobre el caso Granados-Delgado. Hubo quien acusó a Guerrero de delatar a sus compañeros ejecutados. Años después, en 1988, el diario ultraderechista El Alcázar lo vinculó a la policía franquista. En 1984, Gabriel Urralburu, entonces presidente autonómico de Navarra, lo había presentado a Luis Roldán, delegado del Gobierno en aquella comunidad, como un hombre que podía ayudar a abrir la puertas de la policía fracesa para la extradición de etarras. Roldán habló con Vera. Y Julio Feo, secretario de Felipe González, facilitó su entrada como asesor de Interior en pago a unos supuestos servicios. El ex libertario tenía hilo directo con el ministro francés de Interior Charles Pasqua. La llave: ser miembros de una misma logia masónica.
http://www.nodo50.org/rebeldemule/index.php/component/content/article/53-streaming/150-granados-y-delgado-un-crimen-legal
Aquí puedes bajar gratis el documental:
http://www.nodo50.org/rebeldemule/foro/viewtopic.php?t=17

No hay comentarios:

Publicar un comentario