sábado, 28 de noviembre de 2015

Masonería y anarquismo: Anselmo Lorenzo



Cataluña, último tercio del siglo XIX – El líder anarquista y fundador de la Primera Internacional, Anselmo Lorenzo  fue iniciado, en la logia barcelonesa “Hijos del Trabajo”, numero 83 contando con 34 miembros, de los cuales 27 eran catalanes, 6 del resto de España y un sólo extranjero (francés).    
“Fui iniciado en la Respetable Logia “Hijos del Trabajo” el 13 de diciembre de 1883, a la cual he pertenecido siempre, asistiendo constantemente a todas sus tenidas, desde aquella fecha hasta el presente salvo casos de enfermedad y muy contadas de ocupación profana indispensable.”

Entre los años 1870 y 1900, se constata que, con excepción de algunas logias compuestas básicamente de trabajadores, los elementos de la clase obrera que se acercan a las Logias constituyen generalmente su elite intelectual o los redactores y directores de prensa. Tenemos un buen ejemplo de ello en dos fundadores de la Federación de Trabajadores de la Región Española en 1881: José Lunas y Pujals, fundador y director del semanario anarco-republicano-catalanista “La Tramuntana”, en Barcelona; Antonio Pellicer Peraire, director de las revistas anarquistas barcelonesas “Acacia” y “El Productor”, así como colaborador en la redacción de la obra “Garibaldi Historia liberal del siglo XIX” de Rafael Farga Pellicer, que tan buena acogida tuvo entre el obrerismo de la época.

Estos dirigentes del proletariado son bienvenidos a la masonería, aunque como es el caso de Anselmo Lorenzo prediquen la futura destrucción del Estado y el subsiguiente advenimiento de la sociedad ácrata porque a mi entender, a la Orden de la Escuadra y el Compás le preocupa que un sector importante de la sociedad viva aislado de su conjunto, como efectivamente ocurría con el anarquismo ibérico, celoso de su pureza y reacio a dejarse contaminar por la “podredumbre burguesa”. Y la masonería pretendía integrar a todas las clases sociales en un proyecto social y filosófico ciertamente vago y con pluralidad de definiciones, pero que era capaz de movilizar a los “hermanos” en tareas como la redención del proletariado.
Si consideramos el movimiento anarquista como fenómeno social de carácter heterodoxo -respecto claro está, del status social vigente en cada momento histórico– es fácil comprender la atracción que pueda producirse entre dicho anarquismo y toda una amplia gama de “ideologías” -también heterodoxas- como puedan ser el espiritismo, el laicismo, el librepensamiento o la masonería.

Esta “atracción” entre movimientos heterodoxos, es más intensa cuando dichos movimientos carecen de un cuerpo doctrinario perfectamente elaborado. Este podía ser el caso precisamente del anarquismo, el cual, por su propia idiosincrasia y como consecuencia de sus bases ideológicas, carece de este cuerpo doctrinal único y cerrado.

Antes al contrario, la importancia social e ideológica del anarquismo -y también su debilidad- reside en su amplia capacidad en aceptar cualquier heterodoxia social. Por otro lado, parece obvio que esta capacidad de aceptación aumenta en el seno del anarquismo en relación directa con la crisis del movimiento, ya sea por causas exteriores –represión gubernamental- o internas –crisis ideológicas.

Es inmerso en este contexto donde se puede apreciar las relaciones entre anarquismo y masonería. Contexto que aboca al movimiento anarquista a ejercer la dualidad de pertenecer a una organización obrera y a su vez a crear logias dentro de la obediencia de las órdenes Masónicas, usándolas como plataforma y modo de supervivencia del movimiento obrero al que pertenecen. Esta dualidad no estuvo exenta de tensiones, tanto por parte del movimiento obrero contra los que pertenecían a la masonería, como por parte de los masones contra los que ejercían esta dualidad.

En 1889 estalla una viva polémica en el seno del movimiento anarquista sobre la necesidad o la imposibilidad de ser al mismo tiempo masón y anarquista. Las dificultades en contemporizar anarquismo y masonería parecen obvias si se define al movimiento anarquista como una actitud permanente de condena de la sociedad, aun cuando esta condena pueda proceder de una concepción individualista de la naturaleza del hombre. Su método es siempre el de la rebelión social, sea violenta o no. Mientras la masonería critica pero no condena a la sociedad.
A pesar de ello había muchos que intentaban compaginar ambas cosas y bien o mal lo consiguieron, lo pone de manifiesto el peculiar historial masónico del destacado anarquista Anselmo Lorenzo. No obstante no hay que olvidar que todo este proceso fue fruto de una época. Época en que el movimiento obrero luchaba por defender su razón de ser, su crecimiento y su pervivencia y con la masonería les unía parte de su lema, “Igualdad y Libertad”.

Pienso que esta relación fue beneficiosa para ambas organizaciones. Para los líderes obreristas dualistas porque consiguieron sobrevivir tanto económicamente como intelectualmente, manteniendo vivo su pensamiento y dándolo a conocer, mientras eran represaliados por el poder político. El beneficio para la masonería fue que tomó conciencia de las injusticias cercanas, palpables y eso les convulsionó. Fruto de esta convulsión fueron sus posteriores intentos y consiguiéndolo en muchas ocasiones de infiltrarse en el terreno social, con fines filantrópicos, para ayudar a las víctimas de las injusticias sociales.

Montse Franch
Taller Francesc Ferrer i Guardia

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