miércoles, 15 de noviembre de 2017

Sí, todavía franquismo



Nada demuestra más  la persistencia del franquismo sociológico que un editorial de El país diciendo que no existe el fascismo sociológico.

Vuelve a la carga El país a hacerle el trabajo al pasado. Dice que Franco ha muerto y que recuperar los parecidos hoy con el pasado es un delirio. No me extraña que les haya hecho gracia repetir las palabras de Arias Navarro en 1975.  Es el diario del régimen del 78. Para bien y para mal. Y por eso da hoy tanto bochorno. Solían guardar mejor las formas. No en vano, Fraga fue fundador de ese periódico y la crítica al franquismo siempre tuvo límites. Algo tiene que ver que su estela siempre ha sido la de los vencedores de la guerra. Incluidas sus incorporaciones al consejo editorial. Felipe González no movió un dedo para que los 200.000 fusilados por Franco tuvieran una sepultura digna.

Explicamos en la ciencia política (y politólogos como Ignacio Torreblanca, que también está en el consejo editorial del diario debiera saberlo) que el presente no puede explicarse sin la “dependencia de la trayectoria” (path dependence). Querer dejar de mirar en el pasado es una oferta de mentirosos que quieren hurtar claves para entender los acontecimientos. El ascenso de la extrema derecha en Alemania regresó a los medios el pasado nazi y la entrada en el Parlamento de Allianz für Deutchsland llenó los periódicos de recordatorios de 1933. Lo mismo en Italia con los neofascistas de Fuerza Nueva o del Movimiento Social o en Grecia con Amanecer Dorado. Pero en España, dice El país, hablar de Franco es de enemigos de la patria. De su patria, claro. Tampoco le gusta al grupo PRISA que se hable de Cebrián y los papeles de Panamá. Han echado a periodistas de sus tertulias por hacerlo. Siempre han dictado de qué se podía hablar y de qué no.

Nadie en su sano juicio va a decir que la España actual es como la España de Franco. Estaría bueno.  Tampoco se dice que la Alemania de Merkel sea nazi, pero si crece la extrema derecha, se mira al pasado y la reflexión es: algo hemos hecho mal cuando estos criminales no se han ido definitivamente. En España es más evidente, porque cada mañana hay 114.000 desaparecidos, asesinados por Franco -ese que ha muerto- que siguen gritando a nuestra democracia que quieren una sepultura digna para que sus familiares sepan qué fue de ellos y dónde están. Pero ni el PSOE ni el PP ni Ciudadanos tienen el más mínimo interés por recuperar esos cadáveres. Sinvergüenzas de esos partidos, como Pablo Casado o Rafael Hernando, dicen que eso son batallitas del abuelo o una búsqueda de negocio de las víctimas. No como las asociaciones de víctimas del PP, que destacan por su altruismo. A Rivera le molesta que hablemos del pasado, porque su partido cada día huele más a falangismo.

Cuando vemos amenazada la democracia, tenemos que mirar a nuestro pasado por dos cosas: primero, porque mirar a lo que ya pasó nos ayuda a entender lo que está pasando y nos da pistas para interpretar el presente; en segundo lugar,  porque cuando se amenaza la convivencia democrática, es bastante fácil que lo que ocurra se parezca a cosas que ya nos ocurrieron. Se trata de no desperdiciar la experiencia, como dice Boaventura de Sousa Santos. Si detienen a unos titiriteros, a unos raperos o a unos políticos, debemos saber que en España hemos encarcelado en otros tiempos a los que hacían teatro contra el régimen, a los que cantaban al viento y a la libertad y hemos levantado cárceles solo para meter a los enemigos del franquismo.  Y también podríamos recordar que, como advirtió el mismo Pablo Casado que podía volver a ocurrir, hemos fusilado a gente que luchaba por el reconocimiento de Catalunya como una nación (dentro de la República española) y que lo hicieron sin violencia. Lo que pasa es que los parecidos con el pasado escuecen porque quitan mucha legitimidad a nuestra democracia. Eso es lo que les molesta a los de El país.

En esos encarcelamientos siempre contó el franquismo con un poder judicial comprometido con el régimen del 18 de julio. Los mismos jueces del franquismo pasaron a ser jueces de la democracia, y aunque el poder judicial es evidente que se ha democratizado, una parte sigue rehén de su pasado. Pero lo realmente grave es  la costumbre de la política de inmiscuirse en los asuntos judiciales. Esa no la hemos perdido. Le recuerdo a El país que el Parlamento ha reprobado el Ministro de Justicia y al Fiscal General del Estado. Y que ni han dimitido ni han sido cesados. Y que políticos corruptos quieren a determinados jueces, y que dicen si no habría que pegarle dos tiros a los jueces desobedientes (¿alguien  se imagina que dieran libertad provisional a alguien vinculado a Podemos que dijera que había que pegarle dos tiros a un juez, como ha hecho con Ignacio González?). Eso se llama franquismo sociológico.

El franquismo siguió la estela canovista de inventarse una España falsa que vendría de los visigodos y sancionaron los Reyes Católicos. Es tan falsa esa historia que no les basta para hacerla real con la propaganda. Siempre la han completado con fusilamientos. No en vano, tanto Cánovas como Franco como la Constitución de 1978 le entrega al ejército, negro sobre blanco, la defensa de la “unidad territorial de España”.  Y por eso, desde la Restauración canovista, toda esta historia llena de mentiras viene con Rey -jefe de las fuerzas armadas- , incluida la etapa franquista porque con Franco, ese muerto, también éramos un Reino. ¿Por qué no quiere El país que nos acordemos de estas cosas? Tenemos una herida territorial que solamente vamos a cerrarla cuando los catalanes puedan decidir formar parte -o no- de una España federal que zanje esa discusión que nos lleva enredando siglos. Cuanto más tardemos, más catalanes habrá que no quieran estar con nosotros. A los golpes se construye poco cariño.

Tenemos también una herida social, que arrastramos desde el pistolerismo de la patronal a comienzos del siglo XX, y una herida ciudadana, con una esfera pública débil, arrastrada por nuestra condición de país de la Inquisiciónal que nunca le interesó construir otra cosa que catolicismo integral y obediencia política a la monarquía. Hasta la invasión francesa de 1808 no empezamos a pensarnos como nación española. O entendemos esto, o no vamos a entender nunca a España.

Se entiendo mejor la policía política creada por el PP si pensamos en lo que aún permanece del franquismo. Se entiende mejor el “a por ellos” que algunos españoles cantaban a la policía que iba a Catalunya pidiéndoles que reprimieran con dureza a otros españoles. Se entiende mejor por qué alguien golpea a otro en la cabeza con la bandera española o por qué te dan una paliza si no gritas a la orden de unos energúmenos ¡Viva España! Se entiende mejor que Rajoy siga siendo Presidente pese a sus sobresueldos o sus sms a detenidos si entendemos que aún pesa el franquismo sociológico y que los medios hacen mal su trabajo cuando hay periodistas corruptos protagonizando programas y tertulias, que haya políticos que enseñan facturas falsas en sus ruedas de prensa o por qué volvemos, tan pronto, a invitar a maltratadores a la televisión como si fueran estrellas . Franquismo sociológico. Entenderíamos mejor nuestras “puertas giratorias” si supiéramos de las familias del poder que llevan mandando desde el siglo pasado (podríamos citar a los Botín, accionistas por cierto de El país). Y entenderíamos mejor los ataques furibundos de El país a Podemos si entendiéramos que nuestra democracia tiene débiles mimbres porque nunca hemos discutido la actual Constitución en un país donde hay 23 millones de españoles que ya no es que no la discutiéramos -que nadie lo hizo- sino que ni siquiera la votamos.

Siga El país con su deriva. Que nosotros seguiremos recordando lo que aún pesa del franquismo en España -y en Catalunya- para que esa gente, que lleva los mismos apellidos que los que mandaron durante el franquismo, no vuelvan a robarnos la democracia.


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